Hace ya mucho tiempo que decidí darle prioridad absoluta a mi estado mental. Acostarme todas las noches sin haber hecho nada de lo que pudiera o debiera arrepentirme, sin haber cometido ni un solo acto que fuera contra mis principios, saber que no he hecho daño a nadie durante esa jornada, al menos intencionadamente, llegó a convertirse en algo imprescindible en mi avance personal. Decidí que cuando me observara ante el espejo para desmaquillarme antes de meterme en la cama, siempre, siempre, debía gustarme el reflejo que éste me devolviera, que nunca haría nada que me hiciera mirar hacia otro lado… y realmente es una sensación sumamente satisfactoria, tanto que creía que no podía haber otra mejor… pero desgraciadamente no siempre se consigue, hay veces en las que por mucho que nos empeñemos nuestras circunstancias nos superan. El mundo gira a su propia velocidad y en ocasiones nos vemos envueltos en situaciones que son inevitables porque nos comportan una serie de beneficios, y por egoísmo, por comodidad, por costumbre, somos incapaces de renunciar a ellos y durante un ratito nos olvidamos de nuestro propósito de no hacer nada por lo que podamos sentirnos mal.
Y resulta que gracias a eso he descubierto que existe aún otra sensación más gratificante, más completa… la que me provoca tener al lado a alguien lo suficientemente comprensivo y tolerante como para perdonarme y justificarme lo que yo misma no me perdono y para lo que no encuentro justificación. Tener conmigo a alguien que entiende mi rabia las veces que me traiciono a mí misma, aún sin ser necesario explicarle que es eso lo que me agobia. Tener a alguien tan, tan cerca que prácticamente está dentro de mí, alguien que me conoce, me intuye y me cuida, y lo que es más grande aún, me protege… principalmente de mí misma y mis demonios.
No me preguntéis por qué, tenía que expresarlo y sobretodo agradecerte a Tí una vez más que estés ahí como siempre, incondicionalmente, a pesar de mis momentos terribles, a pesar de mi genio, de mis paranoias, de mi egoísmo, de mi orgullo, de mis cruces de cables, en fin, a pesar de tantas cosas. Gracias por estar conmigo, por estar en mí.
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