En ocasiones me pregunto cómo puede cambiar tanto tu perspectiva de las cosas escuchar una voz, un susurro, una caricia. Cómo puedo sentirme vacía a la vez que invadida por la tristeza, y de repente decidir comerme mi orgullo, hacer una llamada y que la melancolía se evapore y el vacío se llene de alegría y de ilusión.
En estos momentos me planteo qué habría sido de mi vida si hubiera tenido esa actitud tiempo atrás. Cuántas cosas habrían sido diferentes si hubiera hecho aquella llamada, si hubiera ofrecido una disculpa a tiempo, si hubiera dado a otros la oportunidad de disculparse, si mi orgullo no me hubiera impedido recular tantas y tantas veces que en mis adentros sabía que estaba equivocada o, como mínimo, que no era para tanto.
No lo he perdido del todo, que nadie se confunda, nací orgullosa y orgullosa moriré, pero con el paso de los años he aprendido a dosificarlo, a usarlo sólo cuando realmente es imprescindible o cuando lo que está en juego no es realmente importante. Ahora sé que si hubiera valorado más lo que perdía que mi amor propio, posiblemente no me hubiera alejado de personas que realmente tenían mucho valor para mí... pero a la fin también sé que en ese caso ahora no estaría donde estoy de modo que no me arrepiento, porque ésa es mi vida y ésa es mi historia, aunque sí sé que no me volverá a suceder, y hoy he podido comprobarlo.
En fin, como decía Bécquer, "¡Lástima que el Amor un diccionario no tenga donde hallar cuando el orgullo es simplemente orgullo y cuando es dignidad!"... porque mira que es jodidamente difícil diferenciarlos.
Cristina
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